León macho caminando por la sabana en Kruger National Park, Sudáfrica, una escena típica de los safaris en la África.
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Viaje de safari en África

Mi primera experiencia en África.

África es posiblemente el continente que más nos fascina y al que muchos tenéis ganas de viajar. Sobre todo por lo espectacular que es allí la naturaleza y por ver a la fauna salvaje en libertad. Esos suelen ser los motivos que os llevan a hacer vuestro primer viaje de safari en África.

Aparte de eso, el continente Africano tiene países increíbles con culturas e historia milenarias que merece la pena descubrir, así como sus gentes y sus costumbres, pero esto es para otro post.

Preparativos y emociones previas al viaje

Todavía recuerdo con mucha emoción mi primer viaje de safari en África, que fue a Tanzania en el año 2004. Recuerdo los nervios antes del viaje, las incertidumbres de ir a una zona tan distinta de todas a las que había viajado. No sabía muy bien cómo organizarlo todo, qué necesitaba llevar, cómo sería todo por allí, qué problemas podrían surgir, si sería seguro, si me pasase algo sería fácil solucionarlo… recuerdo a mi madre súper preocupada y casi suplicándome que no fuera, jajaja. Todo esto es normal y es fruto del profundo desconocimiento, y del tipo de noticias que nos llegan aquí desde allí, casi nunca cuentan nada bueno.

Llegada a Tanzania

Y también recuerdo muchas sensaciones de aquel primer viaje de safari por África. Recuerdo el momento en que bajé del avión en el aeropuerto de Kilimanjaro, estaba en otro mundo. Todo me sorprendió. Durante el camino en coche al primer Lodge iba con la cara pegada al cristal, viendo todo, no quería perderme nada, iba alucinando, y tengo que reconocer que me daba un poco de miedo lo que veía. Al fin y al cabo, era una chica muy joven viajando sola, y no tenía nada que ver con nuestro mundo, ni los países por los que había viajado hasta entonces.

Llegué al aeropuerto de Kilimanjaro por la noche en el vuelo de KLM (es la mejor opción que tenemos desde España), era el mes de noviembre. Llegué a mi primer hotel, el Arusha Coffee Lodge, me encantó cómo me recibieron y me pareció preciosa mi habitación.

Pero la primera gran sorpresa la tuve por la mañana al ir a desayunar. Estaba rodeada de una plantación de café, y había unos árboles de Tamarindo enormes y preciosos que daban un aroma increíble al ambiente. Me sorprendió ver todo tan verde; yo iba con la idea de que aquello era un secarral. Pero en noviembre es la época de las lluvias cortas y todo está verde y precioso.

Primer día de safari en África: Parque de Tarangire

Elefantes caminando al atardecer en el Parque de Tarangire, Tanzania, durante un viaje de safari a África.

Mi primer día allí me llevó hasta el parque de Tarangire. Por el camino dejé atrás Arusha y llegamos a una zona más rural, había mercados de Masais, gente yendo y viniendo por la carretera, poblados imposibles de definir. Pero se veía alegría y amabilidad en la gente.

Recuerdo que le pedí a mi chófer que parase en uno de esos pueblos y al bajarme del coche, una nube de niños me rodeó a los 2 minutos. Se acercaban, me sonreían, me tocaban, pero lo que no saben es que yo estaba mucho más emocionada que ellos. Aquellas sonrisas se quedaron en mi memoria para siempre, crucé todo el pueblo andando, con algún niño de la mano, no nos dijimos ni una palabra, ellos sonreían y yo también. En ese momento empecé a entender que allí la gente es maravillosa, viven en su mundo y con sus costumbres y por desgracia no tienen ni los recursos ni las comodidades que tenemos nosotros. Pero para ellos es su vida, es su entorno y están adaptados a ellos.

Aprendí en aquel primer viaje, que cuando viajas a África debes prepararte mentalmente para disfrutar del destino como es, no comparándolo con nuestro mundo, ni sintiendo pena. Ellos son más felices que nosotros en muchos sentidos, tienen valores familiares y sociales más fuertes que nosotros, y son amables y hospitalarios como pocos. No hice ni una foto de ese momento, solo quería disfrutar de aquel primer encuentro con aquella gente maravillosa, y hoy, 20 años después, lo recuerdo como si hubiese sido ayer.

Parque Nacional de Tarangire y Treetops Lodge

Llegué al Parque Nacional de Tarangire y en la puerta ya me quedé flipada con los enormes Baobabs, nunca había visto árboles tan grandes. Y lo mejor de Tarangire, las grandes manadas de elefantes… me enamoré de ese parque y sigue siendo uno de mis favoritos. Allí recuerdo que me alojé en una habitación en un árbol increíble en el hotel Treetops Lodge.

Ese primer día de safari vi leones, elefantes, jirafas, cebras… y vi mi primera tormenta en África. Estábamos en una zona alta, por encima del río, bastante lejos del alojamiento. En cuestión de minutos el cielo se puso negro y empezó a llover. ¡Madre mía, cómo caía agua del cielo! Yo, que soy de Santander, os prometo que he visto llover mucho, pero nada como aquello. Seguramente es un conjunto de sensaciones, la inmensidad del sitio donde estás, lo pequeño que te sientes, que no tienes dónde resguardarte, fue alucinante.

Pero lo mejor vino después de la tormenta, tan rápido como se formó, pasó; de repente, el sol empieza a asomar entre los nubarrones y entonces surge la magia, la luz de África al atardecer y con ese cielo. Y desde el suelo, te llega ese olor a tierra mojada tan característico. Fue increíble aquel momento, y ahora lo recuerdo tal como fue, una pasada.

Y así fue mi primer día de safari en África, nunca jamás lo olvidaré.

Parque Nacional del Lago Manyara

Una bandada de flamencos rosados volando sobre el Lago Manyara en Tanzania

Al día siguiente me fui por la mañana a hacer safari por el Parque Nacional del Lago Manyara, me encantó porque es un ecosistema diferente, había muchísimos flamencos, ibis, hipopótamos, cocodrilos, elefantes, jirafas y cebras al borde del lago… y es un parque con pocos felinos, así que pude bajarme del coche y hacer un poco de safari a pie. No tuve nada de miedo, la experiencia fue súper bonita, os lo recomiendo.

Hoy en día hay menos flamencos en el lago, cuando yo fui era como ver un manto rosa, ahora para ver muchos hay que irse un poco más al sur del lago, de hecho lo ideal es acceder al parque por la puerta sur, que además es por donde hay mucha menos gente. Lo malo de ese acceso es que cuando llueve no se puede entrar porque hay que cruzar un río con el coche y si sube mucho el nivel no es posible.

Encuentro con la comunidad local en Mto wa Mbu

Noelia sentada con miembros de la tribu Hadzabe alrededor de una fogata en Tanzania, durante su viaje de safari a África, mostrando la cultura y tradiciones locales.

El día de Manyara es un día muy tranquilo. Recuerdo que comí allí mismo de picnic y luego salimos del parque hacia Karatu. Por el camino pasamos por un pueblo que se llama Mto wa Mbu, aquí le pedí al chófer que me esperase a las afueras del pueblo y fui andando un rato.

Otra vez nube de niños curiosos a mi alrededor, pasé por una carnicería, una farmacia, y un bar, era todo como de otro mundo. Me senté fuera del bar a tomar una Coca Cola en una caja de plástico de esas que se usan para llevar las botellas de cristal, la caja era de Mirinda, no os hacéis idea de la sonrisa que se me puso en la cara; eso lo tomaba yo de pequeña!!!! y no lo había vuelto a ver. Pues en Tanzania siguen bebiendo Mirindas.

En mi paseo por el pueblo vi que había una señora al borde de la carretera con un montón de plátanos enanos y le compré unos cuantos para llevar en el coche. Yo no entendía nada de lo que esa señora me decía, ella hablaba Swahili y yo haciendo mímica, porque el inglés no lo entendían. Al final la buena señora abrió un plátano y me lo dio. Era rojo por dentro, y sabía a plátano, estaba buenísimo. Lo llaman red bananas, son típicas de allí, así que probadlas si vais.

Visita al jardín botánico de Karatu

En aquel pueblo había un jardín botánico que se podía visitar y allí me metí y ya por fin me encontré con una guía que hablaba inglés y me explicó cosas de la zona. Son tierras altas y verdes, donde se cultiva café y muchas frutas y verduras que están buenísimas. La zona está muy cerca del Ecuador, no hace mucho calor nunca y llueve lo suficiente para que haya cultivos, además la tierra es muy fértil ya que era zona volcánica. Aquello era un vergel, y no el secarral que yo pensaba que me iba a encontrar.

Estaba en mi día dos de viaje y nada era como me había imaginado. Había pobreza sí, pero la gente era feliz, no era como lo que había visto en mis viajes a India por ejemplo, o incluso en ciudades del primer mundo, donde el que es pobre de verdad lo tiene mucho más difícil.

En Tanzania, todos viven igual (me refiero a la gente normal, no a los 4 militares, políticos o dictadores de turno). Trabajan hasta que ganan lo justo que necesitan para vivir cada día y vuelven a casa con sus familias. Allí se reúnen y pasan la vida hablando con los vecinos, cuidando del ganado o de sus cultivos, van a sus misas de góspel los domingos, y cantan mucho. Su mayor preocupación, como me dijo un día una mujer datoga, es cuidar de sus hijos, allí la esperanza de vida es muy corta y la mortalidad infantil muy alta. Por lo tanto, tienen muy claras sus prioridades y luchan por vivir, nada más. ¡Qué distinto era todo, con respecto al mundo del que yo venía!

Experiencia en The Manor At Ngorongoro

Ese día fue increíble, una mezcla de safari y conocer gente. Y por la noche llegué a mi hotel que era el The Manor At Ngorongoro.

Un hotel muy chulo de estilo colonial. Era la antigua residencia de unos alemanes que se fueron a Tanzania a poner en marcha su explotaciones de café. Por toda la zona de Karatu hay muchos alojamientos de este estilo, ya que durante la parte final del siglo XX fueron muchos los colonos que llegaron tanto a Kenya como a Tanzania a poner en marcha sus explotaciones.

La magia del cráter de Ngorongoro

Noelia disfrutando de las vistas del Cráter Ngorongoro en Tanzania, rodeada de un paisaje impresionante con el cráter en el fondo bajo un cielo azul, durante su viaje de safari a África.

Pero lo que no podía imaginar era lo que me esperaba al levantarme por la mañana. Mi guía me dijo que me recomendaba que madrugásemos mucho para ir al Cráter del Ngorongoro, y así lo hicimos. Llegamos con las primeras luces del día a la puerta del parque, y después de hacer todo el papeleo para entrar, nos dirigimos con el coche hacia la cima. La carretera es estrecha y está rodeada de lo que allí llaman bush (monte bajo, árboles y matorrales) y vas viendo pequeños poblados masai. El cráter del Ngorongoro es un área de conservación, es decir, es un espacio natural donde conviven animales y personas (en esa zona masais).

Después de 20 minutos, no más, de repente se despeja todo, solo ves el cielo azul y enfrente del coche se acaba el camino. En ese momento mi guía me dijo, baja del coche y anda hacia el borde. Me bajé sola, serían las 6 de la mañana y allí no había nadie . (Si vais, madrugad, ya que a medida que avanza el día van llegando muchos coches y podéis estar horas en la cola para entrar).

Fui andando hacia el borde y de repente quedé paralizada ante la belleza de lo que veía. Estaba en el borde del cráter de un volcán extinto, a 1800 metros de altitud, hacia algo de frío a esas horas del día, y mirando hacia abajo había un valle, con sus ríos, un lago, bosques de acacias en la ladera interior de la montaña, y una especie de niebla muy tenue que se iba levantando. Estaba viendo el Edén, o eso pensé. Allí pasé minutos, mirando aquel paisaje, intentando asimilar tanta belleza y pensado, ¿cómo es posible que la naturaleza esculpa lugares tan impresionantes?

Ni una foto hice de aquel momento, si miraba tras la cámara, no veía lo mismo que con mis ojos. Recuerdo que hasta me enfadé, porque necesitaba hacer fotos de aquello para enseñárselo a toda mi gente a la vuelta, pero era imposible, la cámara no podía recoger ni la inmensidad, ni la profundidad, ni la luz, ni el olor, ni la sensación tan potente de la naturaleza. Así que me dediqué a disfrutar y contemplar. Ese recuerdo se quedó en mi retina para siempre, eso sí.

Con el paso de los años he viajado muchas veces a Tanzania y siempre que voy por allí, paro en el mismo lugar. Nunca he tenido las mismas sensaciones que aquella primera vez, pero me sigue sobrecogiendo. Para mí es uno de los lugares más bonitos del mundo.

Explorando la caldera del cráter

Volví al coche y bordeamos el cráter durante unos kilómetros hasta llegar a la única carretera que da acceso a la caldera. Recuerdo que el guía me dijo, si quieres ir al servicio, aquí hay unas letrinas, hasta las próximas quedan horas… cuando vayáis a África no dejéis pasar una letrina, jaja.

Al ir bajando empecé a ver un montón de animales, manadas de elefantes en la zona de bosque de Leray, miles de búfalos pastando, antílopes, grullas coronadas volando juntas, facoceros corriendo a toda velocidad, cebras, ñus, hienas, rinocerontes negros que por desgracia están en peligro de extinción, pero aquí se pueden ver unos cuantos, guepardos, chacales, leones…

El Cráter tiene 21 kms de diámetro y en él habita la mayor concentración de vida salvaje permanente del planeta, ya que los animales del Cráter no migran. En un día puedes ver miles de animales, allí convive gran parte de la verdadera esencia de África.

A la hora de comer, por supuesto de picnic (no os recomiendo que abandonéis el parque para salir a comer, un sitio hay que disfrutarlo a tope), fuimos con el coche a la zona del Lago Magadi. Estaba lleno de hipopótamos y flamencos. Había un árbol precioso al borde del lago y allí estaba yo tranquilamente comiendo mi delicioso pollo, cuando unos milanos negros decidieron que se querían comer mi comida y tuve que salir corriendo hacia el coche.

Se iba acabando el día, había visto miles de animales, había tenido una manada de leones a la sombra de mi coche, y ya nos íbamos hacia la carretera de salida del parque cuando en medio de la misma aparece un elefanta enorme. Recuerdo que le dije al guía ” parece un mamut” él se rió mucho y ya me explicó por qué era tan grande.

Los elefantes cambian de dientes cada 10 años y más o menos lo hacen hasta los 60/70 años. Los elefantes del Cráter son más longevos porque las hierbas son más blandas y erosionan menos sus dientes y pueden comer y por lo tanto vivir más. Estos elefantes gigantes son machos solitarios, no muy amistosos pero son imponentes y preciosos.

Llegada al AndBeyond Crater Lodge

Y de allí me fui a mi nuevo alojamiento. Al llegar por la carretera, de repente, una mesa con rosas blancas, una botella de Champagne y jamón serrano!!! ¡Si, sí, jamón serrano traído de España sólo para mí. El hotel, pues, no podía ser otro que Andbeyond Crater Lodge.

Llegué a mi habitación, una villa de construcción típica de poblado masái, y tenía la bañera llena de agua caliente y pétalos de rosa. También me habían dejado unos chocolates y una botella de vino. En ese momento recuerdo que pensé: ¡hay cosas que se disfrutan más en pareja!, pero lo disfruté a tope, ¡lo prometo!!!

Dormí en una cama increíble y al despertar me dijeron que me habían preparado el desayuno en un lugar especial. Yo sí tengo mis fotos de ese lugar, pero no son ni la mitad de buenas que esta, así que, aquí fue donde desayuné.

Y después de aquello cogimos el coche camino del Serengueti. Pasamos por un montón de poblados y empecé a ver muchísimas jirafas, y le dije al guía, ayer no vi ninguna en el Crater, ¿qué hacen aquí? y me dijo que es que las jirafas no pueden bajar a la caldera por lo escarpado del terreno. Otra cosa nueva que aprendí para empezar el día.

Pasé por un lugar que se llama la Garganta de Olduvai, uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de África. Me encantó pasear por la garganta y que me contasen, todos los descubrimientos que allí se habían hecho.

Llegada al Serengueti

Llegué al Serengueti por las planicies de Ndutu, madre mía, aquello era la descripción exacta de la inmensidad. Me sentí súper pequeña en aquel lugar. ¿Habéis tenido la sensación alguna vez de que la naturaleza te sobrepasa? pues algo así sentí yo en aquel momento.

El paisaje aquí era diferente, dejé atrás el verde y allí estaba la sabana como la había imaginado. Llano, amarillo, con rocas salpicando el paisaje. Esas rocas típicas, se llaman Kopjes, y llegaron allí de explosiones de los volcanes que hubo en la zona. Y es en esas rocas donde los leones se suben a ver el atardecer. Esa imagen es la que yo anhelaba ver, y por fin sucedió: llegando a mi primer alojamiento vi a un grupo de leonas mirando al sol ponerse. Fue increíble, parecía que era una postal. La luz del Serengueti al atardecer es única en el mundo.

Llevaba ya varios días fuera de casa, y me habían pasado un montón de cosas y había vivido mil sensaciones que quería compartir. Así hice un skype a mi familia. La conexión era muy mala, sigue sin ser buena muchos años después, y menos cuando llegamos todos al lodge a la vez y nos ponemos a buscar wifi. Me dijo la dueña del hotel que cenase con ella y que me quedase después de cenar en la zona del lobbie para poder conectar con casa, que seguro había mejor conexión cuando todo el mundo durmiera.

Y así lo hice, se quedó conmigo un masai para cuidarme y para acompañarme a la tienda ya que por la noche no puedes andar solo por los alojamientos (porque los animales están allí). Terminé la conversación y le dije que ya podíamos irnos, tampoco era muy tarde pero era de noche cerrada. Al ir llegando a la tienda, me hizo una señal de que me quedase quieta. Vamos, que si me quede quieta, creo que me congelé, pero del miedo. Había un hipopótamo delante de la puerta de la tienda. El masai empezó a andar hacia atrás, me indicó el camino y de vuelta al lobbie. Allí había un ranger que si hablaba inglés, y me dijo que los hipos salen del río por la noche a comer, y que me tenía que quedar allí hasta que el hipo decidiera moverse. Así que nada, me cogí una cerveza y a esperar!!!!

Safari nocturno

No sé qué hora era, pero de noche cerrada y mi guía me vino a buscar a la tienda, me trajo un café súper cargado y unas galletas y me dijo: ponte una chaqueta que nos vamos!! yo estaba alucinado, y pensaba, ¿pero adónde vamos a estas horas?

Pues al coche, los rangers habían visto una manada de leonas en movimiento cerca y creían que podían ir a cazar. Y allá que nos fuimos a buscar leonas. Las vimos, las seguimos dos o tres horas, pero no las vi cazar, pero vi amanecer en la sabana y fue de lo más especial que he hecho en mi vida. Al final, con los años, sí he visto cazar a leonas y a guepardos, pero lo que me hizo aprender aquel día y que nadie se va de safari conmigo sin hacer un safari al amanecer, es espectacular.

Volvimos al lodge a desayunar y luego a la piscina. El alojamiento es una pasada por estar al borde del río Grumeti y hay muchísimos hipopótamos y cocodrilos y de día es genial verles desde la hamaca!!

Vuelo sobre la sabana

Y al día siguiente, pronto por la mañana, cogí una avioneta de vuelta a Arusha. Ese vuelo me encantó. Hice el mismo camino que había hecho en coche desde aire, y en aquel momento ya reconocía los sitios. Es precioso sobrevolar la sabana.

Llegué al aeropuerto de Kilimanjaro para esperar mi avión de vuelta a casa. Yo volvía, pero no volvía igual. Algo había surgido en mí, el amor por un país, por un destino, por un tipo de viaje, algo que con el tiempo se ha ido haciendo inmenso.

Reflexiones sobre el viaje

Fue posiblemente el mejor viaje de mi vida. Yo ya había viajado mucho por entonces. Estaba empezando mi proyecto de mi agencia de viajes y sabía que quería hacer viajes diferentes. Y me fui a Tanzania sola hace 20 años, a conocer el destino, a ver cómo era un viaje allí, y a conocer a los que a día de hoy siguen siendo mis amigos y colaboradores y los que cuidan de vosotros cuando viajáis.

Fueron seis días únicos, con el tiempo he comprendido que aquel primer viaje fue un cúmulo de sensaciones nuevas y de descubrimiento. Algo maravilloso.

Lo recuerdo todo de mi primer viaje de safari en África. Un viaje que me cambió. África entró en mi corazón, ese fue el primero de muchos viajes, ya debo estar cerca de los 25-30 viajes allí. No me cansaré jamás de viajar allí, y si solo me quedase un viaje que hacer en la vida, sería sin duda a Tanzania.

Conclusión: La importancia de la experiencia

Así que con todo esto creo que puedo ayudaros a organizar un gran viaje de safari en África. De hecho, creo que esto es lo que más confianza da a la gente que viaja con nosotros, que conocemos los destinos, que empatizamos con vosotros porque nos han pasado las mismas cosas, porque lo hemos vivido en primera persona.

Por ello quería hacer este post, porque gracias a todos nuestros clientes sabemos que el primer viaje a África infunde respeto e incertidumbres, y queremos que sepáis que es normal, que nos ha pasado a todos, pero que estamos equivocados. El viaje de safari en África es uno de los más especiales que podemos hacer en la vida. Es increíble, mágico y seguro.

Y hablamos de un primer viaje a África porque normalmente todos nos quedamos enamorados , enganchados y volvemos una y otra vez.¡Hay tanto que ver y descubrir por allí!!!

¿Cómo organizar un gran viaje de safari en Africa?

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